Como buenos viajeros que somos no nos conformamos con nada, queremos más y más. Así que luego de Vélez decidimos desviar un poco el rumbo hacia Guadalupe, no tomar la carretera normal sino dar la vuelta por dos pueblos adicionales, Guavatá y Puente Nacional. Acompáñame en esta nueva aventura y aprende sobre viajes al mismo tiempo.
Guavatá es un pueblo muy pequeño, al parecer tiene poca actividad económica, y lo notamos entre otras cosas porque la gente se sorprendía con el uso de los Smartphone, pero ante todo es un pueblo muy bonito, el clima es de un frío acogedor y aunque la carretera es destapada, vale la pena atravesarla para conocer este lugar.
Al llegar a Puente Nacional notamos que tiene una arquitectura atractiva como lo es su plaza y la gran iglesia que posee. Pero a diferencia de Guavatá este es un pueblo mucho más posicionado económicamente, tiene hoteles muy bonitos y algunos de ellos conservan las estructuras más clásicas y representativas de las épocas pasadas, además puente nacional históricamente es reconocido porque era el único puente que tenían los comuneros para el paso hacia la independencia.
Ahora nuestro objetivo es otro, vamos camino hacia Guadalupe, un municipio de Santander que esconde un paraíso, seguimos hacia Barbosa y llegamos a la calle más animada, se llama la novena, como ya era de noche nosotros no dudamos en divertirnos un rato y luego a dormir, al fin de cuentas quién contra un viajero sin itinerario. Al día siguiente recorrimos Barbosa y desayunamos arepita, estaba deliciosa. Un dato curioso es que en Barbosa se hace uno de los festivales de verano más populares de Colombia, Festival del río Suarez que coincide con la primera semana de vacaciones de cada año, cosa que muchas personas no saben.
Luego, salimos hacia Oiba ya que en esta dirección es donde uno se desvía hacia Guadalupe, a pesar del estado de las carreteras y que algunos tramos están en construcción, el camino es óptimo para viajar, y la pena es válida para disfrutar.
Al llegar a Guadalupe me sorprendí demasiado, el pueblo es hermoso y se encuentra conservado en el tiempo, con mucha piedra de colores grisáceos amarillentos de esos que dicen “soy un camino histórico, el clima es fresco y agradable, aún existe mucha vida campesina con su vestimenta y cultura a flor de piel.
El parque es bonito y está decorado con palmeras, su iglesia es grande, aunque hay pocos restaurantes y hoteles, si vas a ir en algún puente o temporada alta es mejor que reserves con tiempo. Fui a conocer el hotel Remanso Colonial, su administrador Javier nos dejó ver las habitaciones, son cómodas y con precios económicos ($60.000 pareja, $40.000 individual).
Hay un monumento a la virgen de Guadalupe que es de donde proviene el nombre del pueblo, y dentro de la iglesia una bandera de México junto a una colombiana, haciendo referencia a ambos países.
Sus calles son recorridas por personas con una calidez humana impresionante, que no quieren timarte ni engañarte. Disfrutamos de diferentes platos típicos, les recomiendo el restaurante “Los amigos” en el parque, descubrimos una gastronomía autóctona de la región que se ha ido perdiendo. Comimos lengua y sobrebarriga, con un sabor criollo increíble.
Ahora llego el momento esperado, debemos recorrer un pasaje lleno de naturaleza e historia para descubrir un fantástico paisaje en el departamento de Santander. Desde la estación de gasolina que se encuentra a la entrada del pueblo, se caminan 20 minutos hacia las Gachas, el sendero es un Camino real, por los que transitaron hace mucho muchas de las campañas independentistas, pero es un camino para cualquier persona de la familia.
Luego de 20 minutos en medio de potreros y cultivos alrededor aparece repentinamente un rió de colores y «jacuzzis naturales», una piedra gigante roja que debes mirar varias veces para creerlo. Según los lugareños a los agujeros en la roca se les llama pocetas, no es muy grande la quebrada tiene unos 400 a 500 metros desde donde nace hasta donde desemboca, hay pocetas en las que el agua no sale y algunas no son aptas para el chapuzón, ya que pueden no tener salida debido a las corrientes de agua subterráneas. La piedra, en combinación con el agua y el sol generan colores muy atractivos, esto hace que se le llame popularmente “el caño cristales de Santander”.
Se puede caminar y jugar sobre la roca y en las pocetas, pero con precaución porque la piedra es un poco resbaladiza, para esto te recomiendo ir con zapatos antideslizantes o en medias. Son muchas las teorías en torno a cómo se crearon estos agujeros en la tierra, algunos dicen que fueron meteoritos, otros que fue lava, pero lo único cierto hasta el momento es que se crearon de forma natural. Por esta razón la gente se está preocupando por proteger este espacio, que por su creciente fama, debe buscar que nosotros como visitantes lo respetemos y cuidemos.
En el camino hay tiendas donde puedes comprar bebidas, en el lugar sólo hay una caseta donde gente de la región los fines de semana venden almuerzos a $12.000 y bebidas, así que esto es de tener en consideración al momento de visitar las Gachas.
Guadalupe es de esos pueblos que no te dejan escapar y te piden regresar, no solo por las Gachas sino por el arraigo cultural, su gente y su energía. Dan ganas de pasar más tiempo que el permitido por un viaje aventurero y repentino como el nuestro.
Ante toda esta belleza natural y cultural, porque las Gachas, la panela y el bocadillo forman parte de todo lo hermoso que hay en Santander, solo queda una reflexión por hacer; sí, son muchos los lugares que tenemos por visitar y que queremos conocer en nuestros viajes, pero el valor más importante que un viajero debe tener es el cuidado y respeto por cada uno de los lugares que desea recorrer, felices viajes y maravillosas experiencias amigos #SinItienerario.